Y dejar atrás el esfuerzo

Vivimos en una sociedad donde se sobrevalora el esfuerzo. Podemos verlo a cada instante en cualquier lugar: las madres que se esfuerzan por ser buenas madres, las personas que se esfuerzan por avanzar en su trabajo, personas que se esfuerzan por mejorar su salud y luchan contra “la enfermedad”, hombres y mujeres que se esfuerzan por ser amados por sus parejas, etc… Es más, si conseguimos algo con poco esfuerzo o de forma fácil, lo conseguido automáticamente carece de valor e importancia, no porque los demás no se los den, que también, sino porque nosotros mismos somos los primeros en minimizar nuestros logros.

Y la verdad es que así la vida se convierte en una lucha; una lucha para llegar a, una lucha para conseguir, una lucha para ser… Y vivimos agotados, deseando que llegue el fin de semana para… ¡Y la lucha continúa! Porque se trata de un patrón de comportamiento que nos cuesta parar.

Lo que queda claro, es que esta lucha nos debilita y nos resta energía. Nos estamos dejando atrás a nosotros mismos y bajo la falsa creencia de que así somos más productivos o mejores para los demás, te olvidas de ti, y, en este estado, no puedes ofrecer nada bueno a nada ni a nadie puesto que tú no estás presente desde tu mejor versión.

Existe una diferencia clara entre esfuerzo y disciplina. El esfuerzo es desgastante y se basa en la no aceptación de lo que ocurre o la no aceptación de tu estado físico, mental o emocional (aquí comienza la lucha), en el mal uso de nuestra propia energía y poder y además no nos hace sentir bien emocionalmente; la disciplina nos dirige de forma constante hacia una meta, pero eso no implica un sobreesfuerzo ni un desgaste, al contrario, lo que sea que estemos haciendo lo hacemos con disfrute y alegría de realizar aquello que realmente queremos hacer y se basa en el respeto y aceptación de tu propio estado y tus tiempos.

Lo que quiero decirte, es que una vida más gozosa, tranquila y saludable es posible.

Lo primero que debes hacer es sintonizarte con aquello que realmente deseas, libre de condicionamientos sociales o mentales lo cual garantiza el gozo pues estás siendo fiel a ti mismo.

Lo segundo es respetar tus tiempos, tu cuerpo y tu configuración física, mental y emocional, que no es la misma para todos. ¡Recuerda que tú eres creador de tu vida y puedes generar las circunstancias más adecuadas a tu propia configuración!

La dificultad reside en liberar todas las capas que no nos permiten conectar con nuestros deseos ni con un respeto y un amor profundo hacia nosotros mismos. Entre esas capas se encuentran creencias limitantes y en la mayoría de las ocasiones inconscientes como: “no puedo”, “no tengo edad para”, “tengo que sobrevivir”, “no soy merecedor de”… También podemos encontrar emociones no adaptativas como el miedo, la vergüenza, etc.

Te invito simplemente a que pruebes, a que hagas lo que tengas que hacer solo hasta que sientas gozo y alegría de hacerlo, cuando no lo sientas, párate a disfrutar. Verás cómo tu vida se transforma.

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Con amor,

Patricia.