Desde mi experiencia, pocas son las personas que pueden gozar de una relación satisfactoria con su madre biológica o adoptiva y muchos son los que se ven obligados a hacer las paces con ella en su lecho de muerte, igualmente cargando con un montón de heridas sin sanar. Sí, esta entrada comienza así de triste porque este tema es bien serio y crucial. La mayoría estamos acostumbrados a lanzar balones fuera: es que mi madre es… bla bla bla…, es que mi madre era… bla, bla, bla, y nos pasamos la vida criticando y deseosos de cambiar lo que está afuera, y en el mejor de los casos, proyectando en terapeutas y/o en otras personas la energía de la madre ideal. Sé que este tema es duro porque implica tocar una de las heridas más frescas y dolorosas que concierne a toda la humanidad.

Así pues, entremos en materia. En nuestra psique existen una serie de arquetipos que compartimos con todo el mundo; uno de los más importantes es el arquetipo de La Madre porque además de implicar la relación con tu madre externa, implica la relación con todas las mujeres de tu vida y con tu energía femenina interna, ya seas hombre o mujer, ya que todos estamos compuestos de la polaridad “femenina” y la polaridad “masculina”. Esta energía femenina implica la receptividad, el cuidado, la contención, la aceptación, el amor incondicional, la gestación de planes y proyectos de vida, la relación con el cuerpo, la sensualidad, la relación con la materia e incluso la relación con el dinero, entre otras. ¿Alcanzas a imaginar cuánto gozo de la vida te niegas a ti mismo mediante el desequilibrio de esta energía?

Con todo, hoy quiero ofrecerte una herramienta mucho más eficaz y empoderadora que la forma clásica de enfrentarnos a una madre “poco amorosa”. Se trata de aprender a ser tu propia madre interna, ya seas hombre o mujer. No se trata de un simple parche que ponemos para sentirnos mejor porque nuestra madre no nos da/dio lo que queremos o esperamos, sino de una forma de sanar realmente el conflicto que generó que tu madre externa se comporte contigo tal y como lo hace/hacía. Llegados a este punto y ya como personas adultas, no importa tanto cómo sea la relación con tu madre externa (esté viva o no) que, igualmente, siempre te afectará, sino cómo nos manejamos con esta energía femenina en nuestra vida pues, como hemos visto, es determinante.

Esta es una visión un tanto controvertida, pero como ya sabemos, todo es interno, y esto quiere decir que las deficiencias que ves en tu madre externa son simplemente la proyección de una madre interna débil. Es decir, no sabes cuidarte, contenerte, comprenderte, amarte incondicionalmente y ser receptivo/a y, por ende, la madre externa te da la bendición de mostrarte lo que tú tienes dentro y darte la oportunidad de sanarlo mediante su reflejo.

Es por ello que reforzando o equilibrando la madre interna y sus funciones, la relación con tu madre externa se transforma de forma automática, o sencillamente deja de afectarte negativamente.

Por otra parte, es fundamental la práctica del perdón y la sanación de las heridas primarias asociadas a esta relación ya que esta energía emocional estancada marcará igualmente la relación contigo misma y, por supuesto, la relación con todas las mujeres y con todo lo que concierne a la energía femenina

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